Pues bien, después de veinticinco años de andadura el tiempo se detiene para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de un joven colegio, de “nuestro” Colegio “Río Piles”.
Digo nuestro, y digo bien, porque a todos los que hemos sido cómplices suyos, desde cualquier plano educativo, nos pertenece.
¿Puede haber señal de propiedad más inequívoca que haberle dado vida y él formar parte de la nuestra?
Todos, por ello, debemos celebrar su cumpleaños y sentirnos orgullosos de lo que ha sido y es nuestra obra. Veinticinco años de existencia son el referente de una edad ideal en que juventud y madurez, experiencia y proyectos coinciden a la par.
Los que vimos nacer al Colegio “Río Piles” asistimos a este momento de su cronología con gran nostalgia y añoranza.
Afloran vivos recuerdos de su “infancia” y comienzos; de su caminar lento y seguro, aunque no sin obstáculos. Y ahora, que cumple sus bodas de plata, algunos sentimos una especie de síndrome de “nido vacío”, a la inversa, porque le hemos dejado.
Él permanece y permanecerá impertérrito, paciente, acogiendo a todos los que por allí hemos pasado y pasen; dando fe de todo cuanto en él acontezca.
Sobrevivirá a docentes, escolares y leyes orgánicas educativas y seguirá guardando celosamente en sus muros y estancias: vivencias y travesuras infantiles, ilusiones y afanes de los que ya somos “ayer”, de los que son “hoy” y de los que serán “mañana”. De todos los que, en una palabra, “hemos hecho colegio” y le hemos “ayudado a crecer”.
¡Enhorabuena!, Colegio, y…, como a navegante en ruta, ¡Feliz singladura!
Pilar Arguedas (Antigua profesora del centro)
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